The Buenos Aires affair | Manuel Puig

Ficha técnica

Título: The Buenos Aires affair.
Autor: Manuel Puig.
Editorial: Booket.
Formato: Tapa blanda.
Año de edición: 2013.
Páginas: 258.

Sinopsis

Publicada en 1973, la tercera novela de Manuel Puig censurada y generadora de las consecuencias que motivaron el exilio del autor, anticipó el enrarecimiento de los años venideros. The Buenos Aires affair narra los dos últimos días en la vida de Leo Druscovich. Entre 1930 y 1969, entre el golpe y el Cordobazo, se plantea el escenario de esta historia sobre el enigma de una serie de desapariciones, pistas falsas y obsesiones sexuales. La desmesura y el sarcasmo, el relato onírico, la parodia del policial y el sadismo funcionan como los moldes propiciatorios del futuro terrorismo de Estado. Novela negra en más de un sentido, a la manera argentina.


Opinión personal

Hay en literatura un puñado de casos que han sido siempre cultivo de mi fascinación; esas encandilantes excepciones cuyo grano de la voz es tan singular que, si a unx le dieran un texto sin aclarar lx autorx, al comenzar a leer reconocería al instante de quién se trata. Definitivamente, Manuel Puig se encuentra entre esos pocos nombres.

Pero, ¿qué es lo que hace a la particularidad de la escritura de Puig? Creo que tiene que ver con un principio fundamental sobre el que yace toda su propuesta literaria: la pulverización de la figura central y centralizante del narrador. Mediante este procedimiento, se habilita un trabajo artístico exacerbado con todos los registros de la lengua, todas las jergas, todos los dialectos, todos los tonos. Esta desaparición de la instancia narrativa desencadena una proliferación y multiplicidad polifónica de registros y voces que difuminan la posibilidad de un estilo convencional, dando lugar a una reproducción seriada de discursos sociales.

El choque entre la palabra ajena y la propia permite en la novelística de Puig, y particularmente en The Buenos Aires affair, el ingreso de materiales extraños al ámbito literario, que facilitan a su vez una conjugación entre la cultura alta y la popular. A medida que nos deslizamos por las páginas del texto, nos topamos continuamente con elementos provenientes de la cultura de masas, espacio del que se extraen recortes y materiales variopintos para la configuración de heteróclitos collages: el cine de Hollywood, las revistas femeninas, el periodismo, los géneros sentimentales, la psicología, informes policiales y médicos, denuncias, biografías, el relato policial; todos lenguajes “bajos”, elevados gracias a la ausencia del hilo conductor narrativo. Así, podemos hallar desde extractos de un poema de Bécquer (no sin una intervención y apropiación previas) o escenas cinematográficas al inicio de cada capítulo, hasta lecturas de noticias aisladas en conversaciones telefónicas.

Ahora bien, The Buenos Aires affair es una novela que no sólo condensa y representa la concepción estética de Manuel Puig, sino que, al mismo tiempo, se dirige contra la crítica cultural tradicionalista de su época, apuntando a una autolegitimación. El espacio literario y sus participantes se encarnan, dentro del texto, en tres figuras centrales: Gladys como la artista, María Esther Vila como contra-artista y Leo como el crítico. Gladys, protagonista de la historia, compone sus obras con materiales desechados y restos que trae la marea y logra un efecto estético a partir de la mezcla de retazos y su intervención en ellos. Esta fuerte apuesta artística la coloca en las antípodas de María Esther Vila, a quien podríamos vincular con la concepción de arte tradicional, ya que “no daría una sola pincelada o definiría un solo volumen sin saber por qué lo hace” (157).

De este modo, quedan delimitadas dos tendencias estéticas contrapuestas: aquella realmente productiva e innovadora que busca en la resaca, en lo degradado y excluido como bajo o popular, la materia prima para la experimentación y la producción pictórico-literaria (en consonancia con la dirección que adopta la obra del propio Puig); y por el otro lado, aquella otra línea, cuya condición necesaria para la construcción de la obra de arte consiste en la previa y clara elección de juicios, valores y planteos estéticos, es decir, normas ya institucionalizadas.

Como antes mencioné, hay un tercer componente en escena que, enfrentando y articulando estos dos polos, completa el panorama del ambiente artístico contemporáneo: la crítica “seria”, culta y tradicionalista, representada por Leo Druscovich. Este personaje impotente, que sólo goza al someter o matar, subestima el arte experimental de Gladys tanto por su falta de explicaciones y fundamentos, como por recurrir a un método que requiere de la participación del inconsciente para disparar la creación (en este punto es inevitable trazar un paralelismo con la reacción de la crítica ante las dos primeras novelas de Puig, a las que se tildó de “banales” y “sin un hilo conductor”). Podríamos, entonces, aventurarnos a afirmar que, a partir de la distinción establecida entre un estilo artístico tradicional y otro innovador, hay en The Buenos Aires affair una búsqueda de defensa y legitimación de la propia escritura desde dentro, en el mismo gesto de asir la lapicera y dejar que la tinta corra y se disemine. De esta manera, vemos diagramarse una “política de lo minoritario” que, valiéndose de la ironía, ubica ese arte desprestigiado y popular, cuyas fuentes son sobras y residuos, en una posición privilegiada frente a la estética conservadora que es institucionalmente reconocida como alta cultura:

“La resaca, me atrevía solamente a amar la resaca, otra cosa era demasiado pretender. [...] La obra era esa, reunir objetos despreciados para compartir con ellos un momento de la vida, o la vida misma. [...] Ahora sé por qué no había pintado o esculpido en todo ese tiempo: porque los óleos, las témperas, las acuarelas, los lápices de pastel, la arcilla, los bastidores, todo ello era un material precioso, de lujo, que a mí no me estaba permitido tocar, a un ser inferior no le está permitido gastar, desperdiciar, jugar con objetos valiosos” (124).

Mientras que los géneros menores (la obra de Gladys y del mismo Puig) tienen un valor genuinamente productivo y novedoso, el arte de las elites limita y restringe la libertad de la creación al regirse por estrictas normas estético-morales. Esta reivindicación de los materiales que ofrece la cultura popular pretende también reclamar el reconocimiento de una legitimidad otra que la cúpula artística le ha negado.

Dicho de otro modo, The Buenos Aires affair pone en cuestionamiento la autoridad de la institución crítica que legitima cierto tipo de arte, acallando las zonas experimentales que no se ajusten al canon establecido. Los bordes de “lo literario” se vuelven maleables y el resultado es una novela de superficies planas que incorpora voces y ecos que resuenan desde los rincones más recónditos. Esta reverberación imprevista e intempestiva reivindica la potencia del lugar del artista “débil”, aquel que, gracias al coqueteo irreverente con el habla de la intimidad y el ingreso de discursos sociales, crea nuevos valores estéticos y propone cambios reales en la cultura y el arte.



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