Le viste la cara a Dios | Gabriela Cabezón Cámara

Ficha técnica

Editorial: La isla de la Luna
Páginas: 62
Año de publicación: 2012

Sinopsis

"Estar en el cuerpo de una muchacha secuestrada en un protíbulo: he ahí la incomodidad de este texto. Ni conmiseración ni voyeurismo, puro horror en primera persona. Estremece también la coincidencia entre estos secuestros y torturas y los vejámenes ocurridos en los centros clandestinos de detención de la dictadura. Trata de blancas/ guerra antisubersiva, esos eufemismos de los inenarrable, se eluden aquí al articular los nombres y métodos de la aberración. Y la literatura se vislumbra como un territorio posible para dirimir esas urgencias e imaginar incluso un disparatado modo de fuga, un desvío, un salvataje". (contratapa de Ana Longoni)


Opinión personal

Adentrarse en la escritura de Cabezón Cámara es toda una experiencia corporal o así lo acredita esta nouvelle. El proyecto que da nacimiento a esta obra consistió en rescribir un cuento infantil pero en clave adulto, en este caso el de la Bella Durmiente. 

En un escenario menos idílico que el de la Europa Medieval, nuestra Beya es llevada a las profundidades de un Puticlub en Buenos Aires. La protagonista es víctima de trata de personas y pasa los días a fuerza de “golpe y pija”. Las palabras se vuelven exudación de una (in) conciencia atrapada que grita la experiencia de lo terrible. No es una lectura ni cómoda ni agradable. Por suerte podemos decir es corta.

El cuerpo de Beya es caracterizado a lo largo de la obra como despojo humano, resto, ovillo deshilachado, vida lastimada como musulmán*, broderie de tomates, carne picada. Expresiones que funcionan alrededor de la noción de pérdida de la interioridad y la crueldad plasmada en el cuerpo. La protagonista sólo logra escapar a través de un altar imaginario dedicado a Dios, pero sobre todo a ella misma.

“Ya habrá un flor para vos, vas a ver que no te miento, pero además de un alma vas a querés a un Dios, porque todo torturado quiere como San Juan ir con ÉL, el amado, en un trance espiritual, ya que no hay cuerpo que pueda con la tortura constante: querés el milagro, la transubstanciación ahora, para que comás y beban de tu cuerpo como te comen y beben, pero si hay que ser banquete, que tu cuerpo sea una hostia…”

A partir de una total  eyección de la situación, se narra sabiendo que el silencio rinde homenaje a los torturadores. Esta mujer que habla desde afuera suyo pero sigue hablando crea un espacio-otro (liminal) en donde replegarse y lamer heridas. La verborragia, el fluir de esta conciencia desdoblada en el pronombre “tu” (segunda persona) es la prueba de vida.

El tipo de escritura de oraciones largas cargadas de analogías, de comparaciones con la carne de exageración visual y barroca parece tratar de condensar y rascar cada resto de sensorialidad de Beya y el nuestro.

“La tortura tiene diccionario propio: te arrancaron tus palabras y te metieron las de ellos, tan dolorosas y sucias como el mar de miembros punzantes que te sacuden ahora como a un barquito un tsunami, pero no pensás, solo ansiás esa voz dulce y dejar atrás la poronga que te barrena la concha…”

En el mismo texto confluyen las más disímiles fuentes y citas. Se hace de un corpus bibliográfico que profundiza e inscribe la experiencia de la violación y prostitución dentro de una genealogía de la violencia tanto histórica como ficcional. Ejemplos críticos de la historia universal y regional. Para que no nos quepa duda que la trata es la usurpación de la humanidad de la persona. Una cosecha de mujeres para la ganancia. Una instancia de total reclusión.

A medida que avanza la narración se tensa y transforma la disyuntiva del principio del texto: "Serás Houdini o Kill Bill o no serás nada". 

Se dedica la obra a:

Aparición con vida De Marita Verón Y de todas Las nenas, Adolescentes Y mujeres Esclavas De las redes De prostitución.

* se denominaba musulmán (muselmann) a las castas más bajas de los campos de concentración fascistas.



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