Aquí dentro siempre llueve | Chris Pueyo

Ficha técnica

Título: Aquí dentro siempre llueve.
Autor: Chris Pueyo.
Editorial: Planeta (sello Destino).
Formato: Tapa blanda.
Páginas: 116.

Sinopsis

La poesía no llega para salvarnos, pero concede ese segundo exacto de luz en los ojos que nos permite descubrir la herida y respetarla.
Nadie que te haga sentir pequeño merece verte crecer.
Aquí dentro siempre llueve, pues descubrí que la felicidad está salpicada de tristeza hasta que uno se tiende una mano y encuentra el valor suficiente para salir por la ventana de su propio pecho.
Por tu parte, no temas, he precintado con palabras el hueco que ocupa tu recuerdo (ese contra el que ya no lucho) para que el olvido no pueda tocarte.
Por la vuestra, a ver si os enteráis: los chicos tristes somos felices así.


Opinión personal

¿Quién no ha sentido alguna vez un fuego encenderse en su interior al aproximarse a las llamas de la poesía? En una cercanía peligrosa, sólo una chispa basta para que todo arda, para que el incendio se desate.

Podríamos decir con seguridad que este es el caso de Chris Pueyo. Así nos lo transmite su poemario Aquí dentro siempre llueve, aunque en otros términos: la analogía acuática. El barco zarpa en una excursión pirata de guerra y de conquista y, de inicio a fin, navegaremos por mares, charcos, lluvias, lágrimas. El yo poético (nuestro capitán) nos guiará a través de la geografía de los cuerpos, que no son más que laberintos, paredes llenas de humedad, reflejos en el espejo, abismos, casas derrumbadas, ruinas y escombros.

Todo se reduce, entonces, a encontrar la mejor estrategia de supervivencia: ante la guerra, la vida y el océano revuelto por amenazantes oleajes, la escritura emerge como la treta perfecta en busca de la libertad y el amor. Pero deben atravesarse primero las aguas de la tristeza y la nostalgia. Son espacios inevitables y necesarios que reafirman nuestra humanidad; por lo tanto, cuando nos topamos con ellos en el mapa, no debemos virar el barco, sino aceptar la aventura de la pena y gozar del trayecto.

De este modo, la poesía se vuelve el puerto “al que llegan / quienes no consiguen sacarse / un arañazo del corazón” (65), quienes asumen la profundidad y autenticidad de sus sentimientos más íntimos, el bando más valiente de una guerra perdida que gira su mirada hacia el pasado y romantiza la tristeza:

“Nuestras manos serán de papel, / y entre sus líneas encontrarás la historia. / Nuestro pecho está roto, / y jamás podréis cerrarlo, / por sus grietas / respirará / la / belleza / de / los / chicos / tristes” (86).

Nada de corazones vacíos, nada de huidas hacia el abismo de la frivolidad. La valentía de estos chicos tristes reside en su capacidad de tomar las riendas de sus pasiones, hacerse cargo de ellas. La postura de Pueyo es clara en “Un baile entre dos generaciones”: “No guarden silencio, no guarden caricias, no guarden nada, suéltenlo todo y soplen” (113).

Dar rienda suelta a la ternura, al deseo, al dolor, al afecto: ese es el camino que elige recorrer el yo lírico a lo largo de todo el poemario. Su carne se nos muestra al rojo vivo, ya que, mientras avanza, “hay un mar de lágrimas arrancándole las entrañas, / hay un ejército de barcos descosiéndole los ojos” (24). Así se construye la autobiografía de un muchacho que, pretendiendo dejar una marca con sus letras, se desnuda bajo las palabras y es

“crucificado sobre sus / propios renglones en mitad de la tormenta, / hasta que alguien / le desclavó, / secó su pelo, / le puso precio a la tristeza azul / y / le / llamó / literatura” (72-73).

La sensibilidad que moviliza y disloca al yo poético tiene como base una profunda idea de libertad, que cuestiona la concepción de propiedad privada: “«más vale pájaro en mano» / dijeron dos idiotas / de espaldas al cielo” (93). ¿Por qué preferir la posesión y captura de un único pájaro –contra su voluntad– cuando puede asistirse a la maravillosa contemplación del vuelo de cien aves libres surcando el cielo? Lo mismo ocurre en el amor:

“Que no seré tu pacto, / ni tu rey, / ni tu republicano. / Voy a llenarte el mar / de música embotellada / para que cuando llores / en el fondo / te quede una canción. / Para que cuando vivas / y la sal de otros te carcoma los labios, / les cuentes nuestra historia a los niños del puerto” (38).

La afectividad puede construirse sólo sobre los cimientos de una total libertad. Comprendiendo primero el carácter finito de los vínculos, aceptando la no posesión entre los amantes, debemos asumir el riesgo de un posible naufragio y zambullirnos de todos modos para bucear en las profundidades.

En resumen, Chris Pueyo nos invita a lanzarnos a una aventura ultramarina que nos conduce hacia las corrientes tumultuosas de la libertad, la nostalgia y el amor, siempre guiados por el timón de la poesía, acunados por un ritmo y un lenguaje que nos hechizan como el canto de las sirenas.



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