Así en la tierra como debajo de la tierra | Ana Paula Maia

Ficha técnica

Editorial: Eterna Cadencia
Páginas: 127
Año de publicación: 2017
Traducción: Cristian De Nápoli

Sinopsis

“Una colonia penal* en vías de desactivación, emplazada en un terreno con un pasado de asesinatos y tortura de esclavos, construida para ser un modelo de detención, se convierte en campo de exterminio. Melquiades, director y autoridad máxima del lugar, caza a los reclusos como si fueran animales solo por satisfacción personal. La cárcel pronto se transforma en una arena donde los presos, cada uno con su propia historia de violencia- todos han sido condenados por crímenes graves-, no hacen más que planear la propia fuga, sin saber si van a acabar muertos por los guardias o por lo que los espera del lado de afuera de la colonia”.

*Algo sobre las colonias penales: Son establecimientos penitenciarios de distintos niveles de seguridad  mínima, mediana o máxima, que fueron habituales sobre todo durante el S. XIX. Los reclusos eran llevados a zonas rurales, usualmente inhóspitas, a realizar trabajos forzados. Se dieron a conocer muchas conductas irregulares por parte de los oficiales, y no era anormal la desaparición de personas. Son menos frecuentes hoy en día aunque en Brasil todavía sobreviven algunas instalaciones.

Opinión personal

Elegí para el segundo posteo de esta sección la novela Así como en la Tierra como debajo de la Tierra de la autora carioca Ana Paula Maia. Se trata de la última publicación traducida al español por Cristian De Nápoli, después de De ganados y hombres.

Fragmento de la primera página y parte de la segunda:
"Valdenio espanta con su sombrero de paja a las moscas que revolotean sobre los restos del perro seco. Con las costillas al aire, el pobre animal hace días que esta tirado ahí, sirviendo de alimento. Una enfermedad lo mató, una ulcera en la panza que fue expandiéndose y pudriéndolo gradualmente".

La obra gira en torno a la convivencia de oficiales y convictos que esperan en vilo la desmantelación inminente de la colonia, tiempo durante el cual son sometidos por Melquiades y su locura persecutoria. Bajo este régimen la jerarquía administrativa esencial del penal, entre los oficiales y los convictos, se difumina para desencadenar en una “vuelta a la naturaleza”.

De los que sabemos al principio de la novela: Melquiades, el director; Taborda, único empleado restante; Bronco Gil, sicario indígena; Pablo; Jota; Valdenio, un anciano que paso casi toda su vida recluido, y dos prisioneros más a lo que no se llega a conocer…

En primer lugar, el narrador es un narrador omnisciente clásico que aporta una voz impersonal y objetiva, que entrelaza el devenir de los acontecimientos y los personajes. Estos son determinados tanto por su estado de presos y después presas, como también por conflictos internos de profundo arraigo biográfico, que singularizan al prototipo de recluso. A cada uno le corresponde una historia única, incluso a Melquiades. El clima agreste, por otro lado, semejante al (a idea de) limbo, sin noción del paso del tiempo u orientación y la desconexión total con otra realidad por fuera de los muros, precipita una cantidad de obstáculos para los convictos. Entre las tobilleras en la pierna, que explotan al mismo tiempo que se pasa la puerta, el cerco electrificado y la lejanía del lugar, las opciones son pocas… A medida que disminuyen los sobrevivientes y la comida se agota la situación general recrudece volviendo insoportable la espera y revuela la idea de una sublevación. En este sentido el mismo sistema carcelario funciona como caldo de cultivo de estas expresiones excesivas de la violencia.

Otro aspecto importante es el peso de los animales en la obra, siempre subyugados, y de algún modo semejantes a los propios prisioneros. Jabalís, hormigas, perros, buitres, etc. La mayoría de ellos de hábitos carroñeros. Se resalta la conexión de los personajes con su entorno, al mismo tiempo que ejemplifica el resto animal de todos los hombres. Digo hombres no en un intento de englobar a la humanidad (como se ha hecho), sino porque no hay ningún personaje femenino (una constante en la obra de la autora).

En lo relativo a la prosa, me pareció muy interesante que a partir de una escritura lacónica pudiera crear una visión cinematográfica (para inventar cosa nueva) de la narración, guiándonos como un ojo en el cielo y dándonos la posibilidad de ver todo, movimientos, planos, etc. El grado de detalle está dado más por una mirada atenta que por la exhaustiva enumeración descriptiva, de esta manera sostiene una narración ágil. El impulso a perseguir el desenlace le da un ritmo de lectura rápido y entretenido.

Una de mis escenas favoritas:
“El cuerpo de … , está tirado en el suelo y lo devora un ejército de hormigas. Algunas se desplazan por arriba de los ojos y hacen que las pestañas se muevan levemente, como si al muerto cada tanto se le escapara un guiño”

Como ya se dijo en la sinopsis, el terreno antes pertenecía a un mercado de esclavos y luego a un cementerio. En este sentido, un pensamiento recurrente que me dejó el libro son las capas significantes que la tierra manifiesta, como sedimentaciones de distintos períodos de la historia de opresión y cómo cada una entra en contacto con la otra. Una línea de tiempo que materializa las relaciones de poder, que deja cadáveres, uno debajo del otro. El título del libro supone, entonces, una realización perturbadora… La igualdad entre un estado de vida y otro de muerte.

Acercándonos a la conclusión se deja al descubierto la complicidad de la sociedad, el silencio que envuelve a la violencia.

“- A ver, nunca supe de nadie que haya salido de la colonia. Ahí los presos entran pero no salen. Acá en la zona todos lo sabemos”

En fin, es un libro difícil en tanto tema y tratamiento pero se nota el trabajo de empatía (sin carga moral), en la capacidad de reconocer al otro y narrar desde ahí, una historia espectacular.

Les dejo una entrevista y otra reseña, que me pareció muy interesante. 





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