Teoría King Kong | Virginie Despentes

Ficha técnica

Título: Teoría King Kong.
Autora: Virginie Despentes.
Editorial: Literatura Random House.
Formato: Tapa blanda.
Páginas: 175.

Sinopsis

Teoría King Kong es uno de los grandes libros de referencia del feminismo y de la teoría de género, un incisivo ensayo en el que Despentes comparte su propia experiencia para hablarnos sin tapujos ni concesiones sobre la prostitución, la violación, la represión del deseo y la pornografía, y para contribuir al derrumbe de los cimientos patriarcales de la sociedad actual.


Opinión personal

Siendo estudiante de letras, la preocupación por el lenguaje y nuestras elecciones discursivas está presente en mi día a día. Hay un interrogante en particular que me perturba un tanto más: cómo poner en palabras aquellas situaciones que nos sobrecogen, cómo narrar aquello que apenas puede ser dicho, cómo traducir lo que pareciera indecible.

Virginie Despentes llegó para ofrecer una posible respuesta a mis preguntas. Publicado en 2006 y recién llegado a mis manos a fines de 2018, Teoría King Kong recurre a la ironía y, paradójicamente, a la claridad más tajante para darle voz a temáticas espinosas que suelen barrerse debajo de la alfombra.

La escritora nos cuenta al comienzo del ensayo el increíble impacto que le provocaron las desdramatizadoras palabras de Camille Paglia respecto a la violación, que iban en contra de toda la opinión circulante. El tono incisivo que caracteriza a Teoría King Kong me produjo una sensación similar. En un principio de incómoda y difícil continuidad de lectura, esta provocación luego devino en una serie de revisiones y replanteos de ciertos juicios propios que creía firmes. Un derrumbe total. Una interpelación directa.

Ahora bien, ¿qué es lo que choca tanto en un ensayo de menos de 200 páginas? Desglosémoslo de a poco. Mediante un constante vaivén entre un análisis micro y macro —abordando tanto problemas de la cotidianidad, como cuestiones de Estado y políticas del sistema capitalista—, la obra se divide en siete secciones, y ya la primera de ellas ("Tenientas corruptas") nos presenta un tema molesto, subyacente a todo el libro: la deconstrucción del binarismo femenino/masculino. Profundizando esta idea en el apartado siguiente ("¿Te doy o me das por el culo?"), se polemiza respecto a la figura de la femme fatale como paso hacia el empoderamiento y también se cuestiona la maternidad, que resultaría de gran utilidad para el control del Estado capitalista.

En la tercera sección ("Imposible violar a una mujer tan viciosa"), nos encontramos con el momento culminante del ensayo: la narración de una violación desde la vivencia propia, opuesta a la victimización y condescendencia. La violación aparece como un riesgo ineludible para toda mujer que decida salir de su casa, y se la desliga del deseo y el goce, que seguirán existiendo luego de atravesar la agresión sexual. Sumado a esto, el texto sitúa a la violación como lo propio del hombre, aquello que (siendo base de nuestra sexualidad) permite construir política y culturalmente una mística masculina brutal y animalizada y una fantasía y predisposición femeninas al masoquismo.

Un nuevo aguijón nos punza en "Durmiendo con el enemigo". Con el eje situado en un tabú tan fuerte como lo es la prostitución, lo más impactante de este apartado es el abordaje a partir de la experiencia personal; se desmitifica el estereotipo de la puta y su supuesta situación lamentable a través de la exhibición de la propia carne. Llevada al plano legal-laboral —y cuestionando el mundo del trabajo capitalista—, se nos muestra a la prostitución como una vía de destrucción del matrimonio y la familia, instituciones que son meros contratos económicos. Según Despentes, lo que molesta de las putas es, por un lado, su alejamiento del hogar e independencia, y por el otro, la puesta en valor del servicio sexual, que, junto con el trabajo doméstico y la educación de los niños, deberían ser prestaciones gratuitas. Es más: la puta aparecería como un rival para el resto de las mujeres al lograr una mayor comprensión y acercamiento a los hombres. Aquí se recalca nuevamente la tendencia a la demonización del deseo masculino; la sociedad no cesa de recordarle a cada hombre que su sexualidad es monstruosa. Pero este patrón no es más que una construcción política. Próxima a Foucault, la autora sostiene:

“Lo que resulta violento es el control que se ejerce sobre cada una y cada uno de nosotros, la facultad de decidir por nosotros lo que es digno y lo que no lo es” (100).

Profundizando la herida, "Brujas porno" redobla la apuesta al tomar como línea la pornografía. La molestia social que genera el consumo de esta industria es asimilida a la incomodidad producida por el inconsciente onírico: el roce con lo irracional, el (auto)des-cubrimiento a través de la masturbación y el reconocimiento de aristas del propio goce que preferiríamos ocultar e ignorar. Por otra parte, se considera a la transgresión del tabú —mediante el despliegue de una sexualidad masculina— como la causa de las paupérrimas condiciones laborales de las actrices porno (a diferencia de sus colegas varones) y del castigo público al que se ven sometidas, recayendo el beneficio económico una vez más en manos masculinas. Y eso no es todo: el consumo de pornografía produce un aura casi mística en torno al orgasmo femenino, que lleva a una frustración estrepitosa en el encuentro sexual tanto en hombres como en mujeres. Como solución, se nos propone, entonces, hacer volar el sistema por los aires:

“Lo que explota cuando estallan las censuras impuestas por los dirigentes es un orden moral fundado sobre la explotación de todos. La familia, la virilidad guerrillera, el pudor, todos los valores tradicionales intentan asignar cada sexo a su rol. Los hombres como cadáveres gratuitos para el Estado, las mujeres como esclavas de los hombres. Al final, todos subyugados, nuestras sexualidades confiscadas, sometidas a la vigilancia policial, normalizadas” (125).

Y no es hasta el capítulo siguiente ("King Kong girl") que entenderemos el sentido del título del ensayo: aquí se lleva a cabo una lectura simbólica de la película King Kong como metáfora de una sexualidad híbrida y polimorfa anterior a la distinción binaria entre géneros, políticamente impuesta en el siglo XIX, conduciendo al ser humano a distanciarse de su potencia fundamental. Todo este análisis le sirve a Despentes para volver a la propia biografía: habiéndose ubicado siempre en una neutralidad genérica, al convertirse en una figura pública con el éxito de su primera novela Fóllame, la autora narra su primer encuentro con una violenta reasignación social del lugar que le correspondería ocupar a una mujer. Sin embargo, e invocando implícitamente a Un cuarto propio de Virginia Woolf, Despentes no consiente ser juzgada por su sexo y, por el contrario, reniega de la victimización silente:

“Lo que me da rabia no es lo que los hombres hacen o son, sino lo que quieren impedirme que haga o lo que quieren obligarme a hacer” (86).

Como cierre de este apartado, surge el interrogante de qué es la feminidad: como primera respuesta aparecerá "el arte de ser servil", pero unas líneas después, "construido políticamente, como una cuestión de raza o clase".

Por último, en "Buena suerte, chicas" ingresamos al mundo de la literatura, la "escritura femenina" y la figura de la mujer construida por escritores masculinos. Con reminiscencias de la obra ya mencionada de Woolf, se realiza una brillante inversión de una carta de Artaud, quien expresaba una imperiosa necesidad de contar con una mujer que fuera únicamente suya, confinada en las cuatro paredes del hogar y atada a él. Es decir, envuelta en una relación de utilidad. "Necesito un hombre que sea únicamente mío y que pueda encontrar en mi casa en todo momento", comienza la autora. Se detiene; ¡qué diferente resulta esta afirmación al ser garabateada por una pluma femenina! En la vereda de enfrente, Despentes repugna esta postura:

“Mi poder no reposará nunca sobre la sumisión de la otra mitad de la humanidad. Un ser humano de cada dos no ha venido al mundo para obedecerme, ocuparse de mi interior, cuidar de mis hijos, gustarme, distraerme, confortar el poder de mi inteligencia, procurar reposo después de la batalla, dedicarse a alimentarme bien... y es mejor así” (159).

Yendo aún más lejos, apunta a la política, que busca discapacitarnos como escritoras mujeres, y a la opresión machista, una trampa para distraer tanto a hombres como a mujeres de una opresión mayor: la del mundo capitalista y del sistema político.

En resumen, Teoría King Kong es un brillante ensayo sobre teoría de género, con tintes algo marxistas y un gran trabajo de reflexión deconstructiva detrás, que debería ser parte de la biblioteca de quienes nos consideramos feministas (y de quienes no, también).

Algunas recomendaciones: mínima lectura previa de teoría de género (Un cuarto propio de Woolf, El segundo sexo de Beauvoir o El género en disputa de Butler son buenos puntos de partida) y encontrarse preparado para una lectura punzante y provocadora.



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