Rizoma | Carlos Yushimito

Ficha técnica

Título: Rizoma
Autor: Carlos Yushimito
Editorial: La Perra Gráfica Taller
Año de Edición: 2015


En palabras del autor: "Diría que hay un componente apocalíptico o distópico que anima los tres relatos. Me encantaría que esta intención produjera lecturas distintas, que fueran leídos como variables posibles sobre la destrucción íntima de las personas o de la comunidad, no necesariamente de forma literal”. (link de la entrevista completa al final)


Opinión personal

Hago primero una mención especial: el libro está ilustrado por Daniela Rico, colaboradora de La perra gráfica, de quien  se aprecia la estética que acompaña y complementa los textos ferozmente. La editorial con sede en La Paz, Bolivia tiene una propuesta de producción artesanal muy cuidada. Recomiendo revisar su catálogo que comprende algunos autores de renombre y con un estilo contundente e interesante.

Bueno volviendo de mi fana por la serigrafía... El libro compila tres cuentos, independientes unos de los otros: Rizoma (1); Los bosques tienen sus propias puertas (2) y Los que esperan (3). Aunque publicados originalmente en distintas ediciones comparten ciertas características sobre todo en la capacidad reflexiva de los personajes y el carácter invertebrado de la narración, que en todos los casos comienza in media res, por lo que el lector se va enterando de los hechos una vez que estos pasaron y acompaña al narrador a rememorar una vez más su propia historia.

Así un periodista gastronómico tiene sus últimos momentos de lucidez ante una horda de cinocéfalos (personaje mítico peruano con cabeza de perro) sabiendo que dentro de poco será uno de ellos; una joven convive con el recuerdo del hermano y su colección de cajillas de fósforos y la dura crianza de su abuelo; y un editor de un diario amarillista se encuentra con los límites de los cuerpos marginados: los fallos de la naturaleza.

Lo que se rescata como hilo conductor de estas tres historias es el componente extraño que entrelaza la experiencia única de estos personajes con otra más profunda y social. Pone al descubierto los frágiles cimientos en los que se erigen la vida cotidiana con una prosa absolutamente evocadora y poética.

“Esa tarde yo miraba fumar a Haroldo, mientras el pie del habano se consumía en un suave rescoldo que parecía dilatarse y contraerse, como un pequeño corazón volcánico.” (1)

El presente hostil hace que los personajes se encuentren tironeados entre su propia conciencia y el mundo que los rodea, en donde los elementos más mundanos devienen en un giro monstruoso. La resolución fantástica parece inminente como si todo orden estuviera contaminado de un germen rizomatico.

"No era solo la tierra abierta para que pudiéramos ver a los muertos que habíamos enterrado durante estos años la que se movía como si se rascara pulgas incómodas. Porque eso era lo que no queríamos ver. Y no lo veríamos. Pero esos muertos salían de ahí, removidos por todas las placas de tierra. Y ese ya no era solo nuestro. El que se destruía bajo las suelas del era por fin de todos."(3)

La lectura se hizo difícil en un primer momento por esta misma narración fracturada, que iba y venía de los tiempos de los personajes, por lo que si no ibas muy atento te podías perder. Igualmente cuando le agarras el ritmo es muy fluido. Otra cosa a tener en cuenta son las diferencias idiomáticas, sobre todo en los diálogos que podrían llegar a parecer mecánicos. Aun teniendo en cuenta esas dos observaciones el libro quedó con varias frases subrayadas (no me maten, es costumbre) para no olvidar las pequeñas bellezas con las me encontraba en el camino porque ese es su mayor punto a favor: la capacidad de crear imágenes vívidas a partir de una percepción enrarecida y a veces angustiante.

No le pongo una mejor puntuación porque si bien me gusto, no me tocó en algún nervio sensible, pero me parece precioso e intenso y súper recomendable para quienes disfruten los cuentos o sobrevivan a base de lecturas cortas en medio de la semana. Todo es cuestión de supervivencia.

Dejo otro fragmento:

"Tuvo que cerrar la puerta, acercarse a la ventana, mirar ese filo en que cielo y montañas se unían, para ver mejor el resplandor que titilaba a lo lejos. Afuera, las copas de los árboles le intentaban delinear con su mal pulso una boca a ese horizonte, tembloroso y humeante que se trepaba por el cielo." (2)

Entrevista aquí.


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